Los investigadores australianos del proyecto DeWave de la Universidad Tecnológica de Sídney se enfrentaron a un reto incierto al desarrollar su interfaz de lectura de la mente. La ventaja de su desarrollo es que no requiere implantar electrodos en un organismo vivo. Basta con llevar un gorro especial para tomar un electroencefalograma y convertir los impulsos cerebrales en una especie de código.
Leer la actividad cerebral ya no es difícil, pero interpretar las señales es una tarea casi imposible. En primer lugar, todas las personas tienen una fisiología diferente, por lo que los pequeños matices de las señales recibidas distorsionan la imagen global. En segundo lugar, un ser humano no es un robot y su cerebro no puede concentrarse sólo en una tarea, una gran parte de las señales recibidas no tienen nada que ver con ella. En tercer lugar, incluso una tarea tan sencilla como leer un texto la realizan las personas de forma diferente, lo que hace imposible crear un algoritmo único para el tratamiento de datos.
La solución no se hizo esperar: los científicos utilizaron la tecnología de redes neuronales, con su capacidad de autoaprendizaje, para crear una especie de «reconocedor de señales cerebrales». Este sistema, además de los datos del electroencefalograma, utilizaba información de cámaras para rastrear la posición de los ojos al leer un texto. La IA aprendió a emparejar los impulsos cerebrales y el comportamiento de los ojos para responder sólo a la lectura de texto y convertir las señales en código, y éste en palabras concretas.